La narrativa del caos suele ser atractiva. Tiene ritmo, genera clicks, comentarios y enfrentamientos. Y en MotoGP, donde algunos se empeñan en que los bandos están tan definidos como en una final de Champions, vender la idea de una Ducati en crisis por no ganar dos domingos consecutivos es, para algunos, más rentable que analizar lo que realmente ocurre en pista.

Tras Silverstone, bastó un resultado sin victoria para que algunos proclamaran el apocalipsis en Borgo Panigale. Lo curioso es que mientras tanto, los sábados seguían siendo dominados por los italianos. Victorias en sprint, podios completos, dominio. Pero claro, como el trofeo del domingo no fue para Ducati en dos ocasiones, en circunstancias muy peculiares, los titulares hablaron de crisis. Esos mismos titulares que, en silencio y con algo de sonrojo, ahora asisten a la realidad: Ducati sigue dominando.

Aragón no solo devolvió la victoria dominical a la fábrica italiana, sino que dejó claro que el relato del hundimiento no era más que eso: relato. Pecco Bagnaia, que venía navegando en un mar de dudas con el tren delantero, recuperó sensaciones con un simple cambio de discos de freno. Lo explicó él mismo, sin adornos ni teorías conspirativas. Y sin necesidad de desmentir a nadie, desmontó con calma lo que otros habían exagerado con vehemencia.

Porque cuando el propio bicampeón del mundo dice que su moto de este año es “prácticamente la misma” que la del año pasado, cuesta entender cómo hay quien aún insiste en que Marc Márquez ha alterado el equilibrio interno de Ducati hasta dejar desamparado a Pecco. Es más fácil pensar que a Bagnaia simplemente se le atragantó el comienzo de temporada, como le ha pasado antes, y que tener a Marc en el otro lado del box no ayuda a sobrellevarlo. Pero eso no es crisis. Es competencia. Y de la buena.

El resurgir de Pecco en MotorLand puede ser un punto de inflexión o un espejismo temporal. Eso está por ver. Pero lo que sí está claro es que quienes hace apenas una semana clamaban traición desde dentro de Ducati, ahora pisan el freno. O directamente recogen cable. Y lo hacen sin la mínima autocrítica, como si nadie fuese a acordarse de lo que dijeron.

La crisis de Ducati no existió. Nunca existió. Lo que sí ha existido, y sigue existiendo, es una necesidad casi enfermiza por parte de algunos de justificar cualquier victoria de Marc Márquez como si fuera fruto de privilegios ocultos, mientras cada paso en falso de Bagnaia se convierte en excusa perfecta para el revisionismo más absurdo. Pero hay una verdad incómoda que se impone: en igualdad de condiciones, Marc sigue marcando la diferencia.

Y quizás, solo quizás, el problema de Pecco no se llama Marc. Quizás el verdadero problema lo tengan quienes no soportan ver a Márquez ganando con las mismas armas. Porque eso, más que una crisis de Ducati, parece una crisis de aceptación.

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